viernes, 14 de enero de 2011

LA JUSTICIA DANZANTE DE MITO

Informe publicado en El Comercio. Pueden descargar el pdf, previa inscripción, haciendo click aquí.

Foto: Giancarlo Shibayama (El Comercio)

Vi también mil diferencias de danzas… había de enmascarados llamados guacones y las máscaras y sus gestos eran del puro demonio.
José de Acosta, antropólogo jesuita, 1590.

Por: Vanessa Romo Enviada especial - El Comercio.

El sonido seco de la tinya y el dulce de la quena acompañan la dualidad milenaria que abraza a la huaconada. De la quebrada Ayán Grande, desde donde antes bajaba el agua que abastecía al pueblo de Mito, aparecen arrastrando el paso los huacones antiguos, de vestidos sobrios, tronando el suelo con látigos y con un gesto eterno de severidad tallado en madera. En una pequeña cueva de la quebrada, el pago a la pachamama, que dejó de hacerse hace 50 años, se ha retomado.

La áspera y grave voz quechua de los huacones rebota en las rocas con un eco especial este 1 de enero. La huaconada ha sido reconocida por la Unesco, el pasado 16 de noviembre, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Se trata de la única danza de control social que se mantiene desde épocas precolombinas, con la cual se hacían respetar la moral y las buenas costumbres.

MISTERIO HISTÓRICO
Mito, distrito de la provincia de Concepción, a 17 km de Huancayo, es uno de los pocos pueblos del Valle del Mantaro que conservan el baile que, según investigadores como Soledad Mujica, se practicó en otros lugares de la sierra en tiempos preíncas.

En realidad, nadie conoce los verdaderos orígenes de la huaconada. Salvo algunos escritos jesuitas, esta tradición vive en la memoria colectiva de lo que los padres contaban y lo que los abuelos les narraban a estos.

Así fue cómo Digno Verástegui, de 66 años, la aprendió. Hace 48 años, de incógnito, dio sus primeros pasos como huacón. A escondidas y junto a otros jóvenes, don Digno imitaba el baile que los tres primeros días del año realizaban su padre y otros antiguos de Mito alrededor de la plaza central. “Las cuentas no se arreglaban en el momento, sino se esperaba el Año Nuevo para saldarlas”, dice. “Las reglas del huacón eran mucho más estrictas antes”, cuenta. Había que tener 21 años para empezar a bailar e inspirar autoridad.

Las mujeres tampoco pueden bailar. Betty Gutiérrez sonríe al escuchar esta regla. Hace 25 años se vistió de huacón y dio una vuelta a la plaza. “Quería demostrarles que también podemos ser autoridad”, dice. Eso sí, baila sin quitarse la máscara, porque –recuerda con una mueca de susto– una vez encontraron a una mujer y la azotaron por desafiar la tradición.

COMPÁS ANDINO
El mítico cóndor aparece en cada paso que dan los 200 huacones, tanto antiguos como modernos, que danzan este año. Arturo Enrique, conocido como Chihuaco (pajarito veloz), imita el vuelo del ave, eleva la frazada atigrada, y con las manos en la cintura, da pequeños saltos. De acuerdo con el compás de la orquesta, él y los otros lanzan un sonido gutural, que lo acompañan con un latigazo que ahuyenta a los intrusos. De repente, Chihuaco avista a un conocido. No se puede negar el saludo a un huacón, el señor de los días de fiesta, aunque sea un latigazo. Si la persona es amiga, el golpe termina en abrazos. Si ha cometido una falta, el latigazo es la pena que hay que cumplir.

El látigo también significa bienvenida. Delfor Encizo (40) ha sido bautizado con tres azotes de su padrino, como parte de la ‘caramuza’ que realizan el primer día para entretener al público. Ahora Delfor es Miski Miski (dulce dulce) y debe bailar siete años seguidos. “Ser huacón es un orgullo y una responsabilidad”, dice Delfor, jadeante.

Loel Broncano, quien juró el sábado como alcalde de Mito, tuvo que ceder sus funciones para continuar la tradición. De hecho, la autoridad durante los tres días de fiesta es el huacón.

Este año han llegado más foráneos y la fiesta se ha extendido a 4 días. De 5.000 visitantes por día en el 2009, este año se ha duplicado la cifra. Sin embargo, el apoyo del Estado aún no es evidente.

Zózimo Piñas, uno de los caporales, recuerda las dificultades: “En los años 80 con el terrorismo encima, nadie se metió con nosotros”. De pronto empieza a llover en la plaza y los huacones continúan bailando, así como soportan el calor de la vestimenta al mediodía. Es la energía de la danza.

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